La vida está llena de cambios, y si hay algo que las mujeres de más de 50 años sabemos con certeza, es que la única constante es la transformación. Uno de los cambios más significativos que experimentamos en esta etapa de la vida es ver a nuestros hijos e hijas convertirse en adultos y, en muchos casos, encontrar una pareja estable o casarse y formar su propia familia. En ese momento, nos encontramos asumiendo un nuevo y desafiante rol para el que nadie nos preparó: ¡el de suegra!
Para muchas de nosotras, este proceso puede ser complicado y emocionalmente desafiante. Pasamos de ser el centro del mundo de nuestros hijos a convertirnos en parientes, un rol que puede sentirse lejano o secundario. En especial dentro de nuestras familias latinas, donde los lazos suelen ser tan cercanos como fuertes, esta transición puede ser aún más difícil de aceptar. Ese muegano familiar, como le dicen en México, ¡es muy importante!
Es natural que surjan sentimientos encontrados al ver a nuestros hijos priorizar a su nueva relación o familia. Ellos ahora tienen una vida en la que su pareja, hijos, e incluso las mascotas, se convierten en su núcleo principal. Y aunque esto no significa que nos quieran menos o que la relación se destruya, la realidad es que la dinámica se transforma por completo, y es nuestro papel como madres no hacer dramas, sino admitirlo y adaptarnos.
La clave para navegar esta nueva etapa de la vida está en la aceptación y en la capacidad de disfrutar de lo que cada cambio trae consigo. Es importante recordar que ser suegra no significa estar relegada; al contrario, podemos ser una figura de apoyo, amor y buenos consejos, siempre y cuando respetemos el espacio y las decisiones de nuestros hijos. Nuestra relación con ellos es diferente a lo que era antes, sí, pero esto no debe ser motivo de tristeza, sino de celebración por su crecimiento y felicidad.
En lo personal, debo confesar que, como madre soltera de una hija en un país que no es el mío, este cambio me costó mucho trabajo. Durante muchos años, fuimos solo ella y yo, un equipo inseparable. Cuando la vi formar su propia familia y darme cuenta de que mi papel ya era diferente fue, sin duda, un reto. Pero también fue una oportunidad para aprender a soltar y disfrutar de una nueva etapa donde, aunque ya no soy el centro de su vida, sigo siendo una parte importante de ella.
Cada una de nosotras tiene la libertad de decidir qué tipo de suegra quiere ser. Podemos elegir ser la típica suegra malvada de las telenovelas: entrometida y controladora; o podemos mejor optar por ser una figura de apoyo, que respeta y celebra la vida que nuestros hijos han decidido construir.
Recuerda que la única constante en la vida son los cambios, y nuestra capacidad para adaptarnos a estos cambios es lo que nos permite vivir cada etapa con plenitud.
Te invito a reflexionar cuál ha sido tu experiencia en este nuevo rol de suegra y si hay algo que podrías hacer diferente o que aconsejarías a tus amigas de 50ymás para disfrutarlo aún más.
“Cambia, todo cambia.” '- Julio Numhauser, músico chileno